miércoles, 4 de junio de 2008

Lo mejor de Warren. José Mª Beá.






En el número de 13 de Vampirella (1971) apareció la primera historieta dibujada por Beá para la Warren. Se trata de una historia sobre un ladrón de joyas del antiguo Egipto, aunque eso es lo de menos.
Cuenta el autor que se volcó con esta historia, pues se jugaba el seguir trabajando para los americanos, fué su obra para darse a conocer en aquél jugoso mercado. Se documentó, hizo fotos a sus amigos y se curró este trabajo a conciencia.
Ni que decir tiene que gustó y le siguieron dando mucho trabajo, hasta vendió sus propios guiones, cosa que muy poquitos españoles consiguieron.
Beá supo como pocos, dar a sus dibujos ese toque morboso y algo recargado en ocasiones que gustaba al dueño de aquellas añoradas publicaciones, sabía crear esas atmósferas inquietantes llenas de seres deformes y bellas y transparentes mujeres.
Se da además la circunstancia que se ha reproducido en nuestro país en muy pocas ocasiones, creo que sólo apareció en Dossier Negro y ni siquiera estoy seguro de ello, pues no he podido localizarla.
No os perdáis, por cierto, la entrevista que aparece en el último número de Mondo Brutto, os reireis con sus anécdotas y conoceréis un auténtico submundo "profesional".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Son muy bonitos esos dibujos, no los había visto nunca! Respecto a los trabajos realizados sin guión proporcionado por Warren, siempre me llamaron la atención las diferencias entre las versiones de Warren y sus correspondientes versiones españolas (¡Cada vez que me acuerdo del robot-pene volador en "Nave Prisión" de Maroto...!) En el caso de Beá recuerdo "La llave de plata", un episodio de "Peter Hypnos" cuya versión Warren vimos en el Vampus-61. Años después Beá lo publicó en Rambla-18 y tenía más páginas, textos y bocadillos eran distintos, había retoques (creo que hechos a posteriori), la cara y la expresión de la madre de Peter se dulcificaban...

Eduardo Urrutia

Manuel Deskartes dijo...

Pues si, en Warren tenian su propia forma de entender los guiones y a veces, según soplaran los vientos de lo comercial, ajustaban las historias a lo que creían eran los gustos de su público, luego, los dibujantes de aquí alucinaban con ello.